lunes, 22 de julio de 2013

CUANDO A UNO NO LE TOCA



CUANDO A UNO NO LE TOCA ...





 
Al terminar la jornada laboral, sentada en el autobús y con la cabeza todavía en los papeles que me he dejado sobre la mesa, me salta una noticia en el móvil. ¡¡¡ Las dos cooperantes de Medicos sin Fronteras secuestradas en Kenia hace ya ni se sabe cuanto tiempo han sido liberadas!!! La alegría es inmensa, a ellas no las conozco pero sí que conozco esta ONG y sé que ha trabajado muy duro, doy fé de que con una discreción absoluta y extrema, para conseguirlo. Y bueno, aunque no siempre es así, esta vez ha habido final feliz, como en los cuentos.

Compro la prensa y veo la tele al día siguiente, misma discreción que ha caracterizado todo el proceso, pocas imágenes, pocas declaraciones y petición de respeto a la situación personal de estas dos trabajadoras que entendemos que están felices pero deshechas física y psicológicamente. Profesionales hasta el final.

El  G8, ese grupo de países industrializados que tanta influencia tienen en el mundo occidental llamado desarrollado, ha adquirido en una de sus últimas cumbres el compromiso de no ceder al chantaje de ningún grupo terrorista africano, islamista, delincuentes somalíes o de Al Qaeda. Traducido al cristiano significa que no darán ni un céntimo a los secuestradores de cualquier citizen, citoyen, bürger, cittadino o  ciudadano que se convierta en su rehén. Porque en estas cumbres y en estas lides las personas somos esto, ciudadanos, citizens o citoyens…según el idioma que se esté utilizado en ese momento, es decir seres globales que formamos parte de una ciudad, parte de un país, parte de un continente, pero así … en plan global. Tambien piden que las empresas del mundo entero sigan ese principio y que no cedan cuando tomen como rehenes a alguno de sus ejecutivos.

Pero ahora viene la otra cara de la moneda, resulta que este ciudadano, citoyen, citizen o como se diga en ese momento de la cumbre, se llama Margarita, Jean Pierre, Linda o Giuseppe . Y resulta que estos citizens partieron a Africa para contribuir a la mejora y desarrollo de ese continente porque así lo sienten y lo consideran compromiso de vida o  para trabajar en una multinacional, conocer otra cultura y durante varios años ganar unos sueldos de expatriado que aquí en España, mileuristas casi todos en este momento, ni soñamos. Y las dos cosas son muy lícitas. Y tambien resulta que Margarita, Jean Pierre, Linda o Giuseppe que no sé si están solteros, casados o divorciados tienen  toda una vida por delante, tienen todavía mucho que hacer, muchos cumpleaños que celebrar, muchas tardes de cine, muchas sonrisas que regalar a sus parejas, a sus amigos, a sus hermanos o a sus hijos, muchos disgustos que llevarse y muchas pequeñas cosas por las que vivir y por las que levantarse todos los días. En definitiva, personas. 

Y mientras, unos señores impecablemente vestidos con trajes sastre carísimos llegan a hotelazos de lujo, en coches con cristales ahumados, con un despliegue de seguridad impresionante y sirenas de policía por aquí y por allá y cuerpo de seguridad en los tejados.  Y mientras estos señores están decidiendo que no se debe ceder al chantaje de estos grupos terroristas, estos rehenes se someten a las duras condiciones del desierto, durmiendo a la intemperie, con poca comida y poca bebida y sabiendo que su vida puede terminar en cualquier segundo del día de los no sé cuantos días que llevan ya así, en estas condiciones infrahumanas. Por no hablar de sus familiares.
 
Y es que todo es muy complicado y así en abstracto, haciendo tertulia después de una comida o cena es muy fácil opinar y buscar justicia y  entender lo que pide el G-8, que claro que no, que no hay que ceder al chantaje porque si se cede nunca se acabará con esto. Pero claro…

Y ojalá se consiga que éste y cualquier otro tipo de terrorismo desaparezca, porque el precio que se paga es alto, altísimo. Nada tiene un precio tan alto como la vida misma, y el valor de la vida es tal que en estos paises a estos citizens se  les utiliza como moneda de cambio. Así que desde estas líneas sólo puedo desear  que sean ya muy pocas las veces que las ONG o las empresas multinacionales se tengan que ver en situaciones de este tipo y con decisiones tan duras que tomar. Porque serán ellas las que desgraciadamente decidan, el G-8 ya estará, cuando llegue este momento, en otra cumbre y decidiendo sobre otro tema.
 
Y por supuesto felicitar a MEDICOS SIN FRONTERAS por su magnífico y duro trabajo que ha conseguido que esta vez haya final feliz, como en los cuentos.